Era mi primer día caminando por
las calles de la epifanía. Me comprometí a cumplir mi labor de maestro, pero las señales que le
daba a mis soldados no eran del todo claras. Lo único que queríamos era que
todos estuvieran bien. Que no le hicieran daño al prójimo, que mantuvieran la
calma en cualquier tipo de situación social compleja.
Fue por eso que me reclutaron.
Esa fue la única razón por la cual acepté el trabajo. Pero hubo un problema
grave en el laberinto que nos llevaba hacia la sanación de la nave. Fue por eso
que tuvimos que estancarnos en ese planeta tan deteriorado y mal forme al que
llamaban Zardú. La realidad comenzó a volverse compleja y todos aquellos genios
que ahora trabajaban en pro de la liberación del oprimido, comenzaron a
escribir elogios a la depresión.
Imagínense ustedes a un pelotón
de científicos e investigadores, tratando de sobrevivir en un planeta extraño.
Siempre resultarían sacándose en cara todos sus títulos antes de intentar
sobrevivir a un ataque de seres nativos. No se enfocan en mantener los sentidos
atentos a cualquier tipo de vibración entre las hojas que nos rodean. (Sigue leyendo Aquí)
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